La medicina moderna puede prevenir muchas enfermedades, como el sarampión, la viruela, la poliomielitis, que anteriormente causaron epidemias y miles de muertes. Hoy, una simple inyección con una vacuna evita enfermedades hepáticas crónicas, en particular, la hepatitis D puede prevenirse mediante una vacunación oportuna. Esta es una enfermedad grave que, sin el tratamiento adecuado, puede causar insuficiencia hepática aguda en el menor tiempo posible.

¿Qué es la hepatitis D viral?

La hepatitis viral D o hepatitis delta es una enfermedad hepática crónica que ocurre cuando el agente causante de la hepatitis deltavirus (HDV) está presente y es una enfermedad acompañante de la hepatitis B. En el cuerpo humano, la hepatitis tipo B comienza a desarrollarse junto con el tipo D (coinfección) o el segundo genotipo del virus. comienza a actuar un poco más tarde y provoca la superinfección. En cualquier caso, el portador de dos genotipos a la vez tiene un daño acelerado en las células del hígado, lo que conduce a su muerte rápida en el proceso de cirrosis desarrollada o tumores oncológicos. Entre todos los genotipos, la especie D es una de las más peligrosas: la tasa de mortalidad es del 20%.
La hepatitis D no puede progresar por sí sola en el cuerpo; para esto, necesita un virus de tipo B. El deltavirus en sí es similar a las moléculas de las plantas y es un satélite, es decir, no puede desarrollarse en células sanas. Se cree que el deltavirus simplemente usa las proteínas de la envoltura del virus del genotipo B. Cuando ingresa al torrente sanguíneo, provoca una reacción del sistema inmune que ataca el hígado.

Al desarrollarse en paralelo, los genotipos B y D son más pronunciados que el genotipo C, sin embargo, actúan mucho más rápido. Una vez en las células, el virus hace que los proteomas en las células del hígado cambien, lo que conduce a la degeneración de los tejidos y a la formación de tumores malignos. El resultado más común de esta enfermedad es el carcinoma de hígado.

Causas y factores de riesgo

La fuente de una infección viral es siempre el portador del virus, es decir, un paciente con hepatitis B y D. Además, su capacidad para infectar a otros varía según la carga viral: la cantidad de células patógenas en la sangre, pero siempre existe un riesgo. La probabilidad de infectar a otros aumenta con la transición de la enfermedad a la fase aguda.

La hepatitis D se transmite de dos maneras: a través del torrente sanguíneo y la descarga durante el coito. El método más probable de infección es una transfusión de sangre del portador, porque los controles de los donantes no siempre establecen la presencia de un patógeno. Alrededor del 0.01-2% de todos los donantes son portadores de hepatitis no detectada de varios genotipos. Además, existen otras posibilidades para obtener el virus patógeno:

  • intervención quirúrgica;
  • contacto sexual con el transportista;
  • procedimientos médicos invasivos;
  • uso de herramientas no desinfectadas.

El patógeno penetra la barrera placentaria, por lo que existe el riesgo de infección en el útero, mientras que el patógeno no penetra en la leche materna. Las siguientes personas están en riesgo:

  1. Tener hepatitis B crónica.
  2. Necesitan una transfusión de sangre o sus preparaciones (especialmente con procedimientos repetidos).
  3. A menudo visitado por salones de uñas incompetentes o maestros autodidactas.
  4. Se inyectan drogas.
  5. Tienen un sistema inmunitario debilitado.
  6. Haz tatuajes en salones de tatuajes no certificados.
  7. Vacunación abandonada contra la hepatitis B.
  8. Residentes de países con alta prevalencia de HDV.
  9. Tener relaciones sexuales erráticas sin protección.

Los estudios han demostrado que alrededor del 40% de los pacientes no pudieron identificar la ruta de su infección. La migración de personas de países con una mayor incidencia de hepatitis B también afecta la situación epidemiológica en los países de acogida.

Síntomas y formas de la enfermedad.

Dado que el genotipo D se desarrolla en el contexto de la hepatitis B existente, los síntomas de la enfermedad se intensifican y se manifiestan en las primeras etapas. Los signos de hepatitis D y B son similares y similares a los de la ictericia:

  • debilidad
  • fatiga constante
  • falta de apetito
  • dolor en el estómago y el hígado;
  • insomnio
  • náuseas
  • piel amarillenta;
  • decoloración de orina y heces.

Los primeros síntomas aparecen dentro de 2-3 semanas después de la infección, dependiendo de la fuerza de la inmunidad del paciente. En la hepatitis D, hay tres formas del curso:

  1. La incubación es el tiempo desde el momento de la infección hasta el inicio de la enfermedad. El período dura aproximadamente 21-50 días, a menudo es asintomático (es posible que se presente fatiga leve y falta de apetito).
  2. Pre-ictérico: en este momento aparecen los primeros signos. La etapa dura de 4 a 10 días, durante los cuales la persona se cansa constantemente, observa saltos bruscos en la temperatura corporal y dolor en las articulaciones y los músculos del cuerpo. Muy a menudo, la forma preicteriana de hepatitis D se produce sin signos específicos (coloración amarillenta de la piel o decoloración de la orina), por lo que los pacientes no prestan mucha atención a otras dolencias.
  3. La ictericia es una forma del apogeo del virus en la sangre, que comienza a proliferar y afectar el hígado. Los globos oculares y la piel del paciente se vuelven amarillos, aparecen dolores en el estómago y en la región del hígado, lo que se convierte en una ocasión para contactar a un gastroenterólogo que puede identificar el desarrollo de la patología. Esto sucede 2-3 meses después de la infección.

La etapa ictérica corresponde a la forma aguda de hepatitis D y termina con la recuperación completa del paciente (con el tratamiento adecuado) o con el desarrollo de una forma crónica de la enfermedad.

Diagnóstico

Para determinar si una persona sufre de hepatitis D, los anticuerpos que generan inmunidad en respuesta a un ataque del virus del patógeno lo permiten. Tan pronto como el ARN del patógeno ingresa al torrente sanguíneo, el sistema inmunitario comienza a producir anti-HDV, antígenos que atacan las moléculas del patógeno. Después de que el paciente visita al terapeuta o gastroenterólogo, comienza el diagnóstico, que consta de varias etapas:

  1. Examen visual del paciente: examine la piel, realice la palpación del hígado. Paralelamente, se interroga al paciente, determinando si fue vacunado contra la hepatitis B, si está en riesgo, si hubo contactos con portadores.
  2. Análisis de sangre bioquímico: detecte la presencia de anti-VHB, verifique el nivel de bilirrubina, plaquetas, aminotransferasa, etc.
  3. Análisis del genotipo del virus: en el caso de un estudio bioquímico positivo de la sangre del paciente, es necesario determinar el tipo de hepatitis para elegir el tratamiento más adecuado.
  4. Ultrasonido (CT o MRI) de órganos internos: este estudio permitirá al médico ver el estado actual del órgano y determinar la fase de la enfermedad, así como elegir la terapia adecuada.
  5. Biopsia hepática: este análisis se lleva a cabo si los anteriores no eran obvios y no proporcionaban los datos necesarios.

Los criterios principales para el diagnóstico son marcadores de virus específicos (anti-HDV) y cambios en la bioquímica de la sangre.

Tratamiento de la hepatitis D

Los métodos de terapia dependen de la forma detectada de hepatitis y del grado de daño hepático. La forma aguda de la enfermedad se trata estacionaria, porque requiere un enfoque integrado. En este caso, los medicamentos utilizados son los mismos que para la hepatitis B: alfa-interferón y sus derivados.

La principal diferencia entre la hepatitis D es su alta resistencia a los medicamentos, por lo que el interferón no es un monofármaco. Los gastroenterólogos con él aplican:

  1. Enterosorbentes (lactofiltrum).
  2. Hepatoprotectores (heptales).
  3. Medicamentos antivirales.

El último tipo de medicamento se prescribe en dosis más fuertes que para pacientes con hepatitis B, debido a la estabilidad del virus delta. Además de estos medicamentos, la terapia moderna también proporciona medicamentos que inhiben la acción del patógeno y evitan la conexión del ARN del virus con las células proteicas del cuerpo.

El curso del tratamiento es de 3 meses a un año o más en ausencia de un efecto terapéutico. Para algunos pacientes en las últimas etapas del desarrollo de la enfermedad y con daño hepático irreversible, se está considerando una opción de trasplante de órganos.

Dieta para la enfermedad

Como resultado de la propagación del virus delta a través del hígado, sus tejidos y células comienzan a mutar o morir, lo que no solo complica el trabajo del órgano, sino todo el organismo. La dieta para la hepatitis D puede reducir la carga en el hígado y acelerar su recuperación durante la terapia. Cambiar la dieta es un requisito previo para una recuperación completa e implica el rechazo de una serie de productos:

  1. Alimentos picantes y fritos.
  2. Comida rapida
  3. Alimentos excesivamente salados o dulces.
  4. Alcohol

La dieta debe consistir en carne dietética (aves de corral, conejo), productos lácteos bajos en grasa (requesón, kéfir), grasas saludables (aguacates, aceite de oliva) y carbohidratos (granos), así como una gran cantidad de frutas y verduras frescas. Durante el tratamiento hospitalario, se prescribe una tabla dietética No. 5.

Obligatorio en la terapia es el abandono de las bebidas alcohólicas, fumar y tomar sustancias narcóticas.

Complicaciones y consecuencias.

Los procesos inflamatorios en el hígado causados ​​por el virus de la hepatitis D, con un tratamiento adecuado, se pueden detener por completo. La forma aguda de la enfermedad conduce a la recuperación o adquiere una forma crónica, que es mucho peor para la terapia. Es posible un desenlace fatal en la hepatitis aguda en el 1% de todos los pacientes; en el caso del desarrollo de la forma fulminante, esta es una etapa grave de la enfermedad, que se manifiesta por necrosis de las células y coma hepático. Alrededor del 80% de estos pacientes mueren.La consecuencia menos peligrosa de la forma aguda del virus delta es la discinesia del tracto biliar, cuando la producción y extracción de bilis se altera en el cuerpo y, como resultado, problemas con el tracto gastrointestinal.

La hepatitis D crónica es la más peligrosa, ya que su resultado es la cirrosis del hígado (20% de los casos) o formaciones malignas en el mismo. Dependiendo de la fortaleza del sistema inmune, la cirrosis y el cáncer pueden desarrollarse dentro de los 20 años posteriores a la infección con el virus.

Pronóstico de vida

La medicina moderna ofrece predicciones muy positivas para la hepatitis B y D. La forma aguda de la patología es casi siempre tratable y solo en el 10% de los casos conduce a una etapa crónica. Los pacientes después de la forma aguda pueden vivir larga y plenamente.
Sin embargo, la presencia de superinfección en el cuerpo, que fue el resultado del desarrollo de una infección del genotipo D en el contexto del genotipo crónico B, en el 90% de los casos adquiere una forma crónica y conduce a un daño hepático completo. La esperanza de vida con una forma similar de infección por el genotipo D es de 2 a 20-30 años, dependiendo de la fortaleza del cuerpo y la inmunidad.

Prevención de virus

La forma más efectiva de prevenir la hepatitis D - vacunación contra la hepatitis B. Hoy es la opción más simple y asequible para las medidas preventivas.

Para protección, también vale la pena evitar dudosos salones de belleza y tatuajes que no tienen certificados de calidad, además de estar protegidos durante las relaciones sexuales con una pareja no verificada. Debe someterse regularmente a un examen con un especialista en enfermedades infecciosas y tomar todas las pruebas necesarias cada seis meses para la detección oportuna de la enfermedad.
La hepatitis D no es una enfermedad mortal e incurable, solo necesita cuidar su salud de antemano: vacunarse y ser observado por un médico. Las acciones simples y sin complicaciones pueden salvar vidas y salud.